¿Te atreves a soñar?

martes, 28 de junio de 2011

Mundo virtual

Hasta que lo vi, no creí que andar sin mirar lo que te rodea fuera posible. Empujó la puerta del restaurante con el hombro y entró con los ojos pendientes de una consola. Se plantó en la entrada mientras sus padres pedían la reserva. Primero fue una mueca, a la que siguió un gruñido bajo. Luego, una patada fuerte y un grito. Me dieron un codazo para que no perdiera detalle, pero desde el principio sabía que iba a ser imposible.

Como si hubiera pedido un favor educadamente, en lugar de enfurecerse y despertar el interés de todos los clientes, sus padres le sonrieron y le indicaron la mesa asignada. El niño obedeció sin despegar los labios y, nada más sentarse, reinició la partida. Sus ojos, que parecían dotados de la velocidad de la luz, recorrían la pantalla sin distraerse con lo que sucedía a su alrededor.

Sus padres tomaron asiento e iniciaron una conversación, ignorando sus gruñidos cada vez más frecuentes. De vez en cuando lo miraban y su padre le revolvía el pelo. Él no se movía, aunque alguna vez respondió con un cabezazo. Les sirvieron los platos y el niño no abandonó el juego. Entre porción y porción de pizza, pulsaba los botones con ansiedad. Pero ni una vez insistieron sus padres para que participase en la conversación, ni le retiraron el juguete.

Aquel día el niño no se dio cuenta de que la luz invadía el restaurante con el color brillante del verano, ni que detrás de él un grupo de amigos alzaban sus cervezas por los viejos tiempos y reían contagiados por la emoción. Tampoco, estoy segura, se percató del hombrecillo que había entrado repartiendo lotería con un sombrero pirata y un falso loro sobre el hombro para llamar la atención. Quizá ni supiese de qué color vestían sus padres, ni cuál era el motivo de las caricias que recibía. Sentí una gran pena por aquel niño, que con tal indiferencia rechazaba los detalles que embellecen la vida, pero aún compadecí más a sus padres, que no habían sido capaces de enseñarles que la vida es una sorpresa constante.

domingo, 26 de junio de 2011

Por senderos inciertos

Hace tiempo que no sé de ti
sé que marchaste con las estrellas
e iniciaste un viaje solitario

¿Has subido la cuesta del dolor?
En su cima encontrarás tu libertad
Aunque cueste extender las alas
arriba el viento sopla a tu favor

Si el sol me tiende sus rayos
trepo hasta refugiarme en su calor
pero la luna, aunque hermosa,
enfría todos mis sueños

La rosa se marchitó en la ventana
¿Qué razón tengo para animarla?
Otra hora perdida en un rincón
Más cuentos ocultando lágrimas

Desde que rompí mi pasado,
no acierto en el presente
¿Qué razón hay para amar
lo que enfrió mi corazón?

Canta, si el Universo lo permite
Sé fuerte por nosotros dos
Olvida todos los instantes de felicidad
y vive para un futuro a punto de empezar

Es hora de plegar promesas
y desatar sueños estrenados
Si el poder consume las almas
atrévete a decir que no

Suerte, en este sendero incierto
que marca nuestros pasos y la vida
Suerte, que aunque no lo creas
yo siempre te deseé lo mejor

viernes, 24 de junio de 2011

¿Una sociedad donde "todo vale"?

Hoy, de pasada, oí una conversación que me llamó la atención. Había surgido el tema con motivo de la celebración de la noche de San Juan, pero acabó derivando, como no podría ser de otro modo, en el comportamiento de los jóvenes.

Una de las mujeres hablaba con nostalgia, pero sin disimular la repugnancia que le suscitaba la actitud de la juventud. Unos cuantos comas etílicos, absoluta falta de respeto al tratar con la autoridad, relaciones viciosas entre personas del mismo o distinto sexo... ¿Cómo la sociedad había degenerado hasta tal punto? No lo podía comprender. Criticaba que el aburrimiento lo contrarrestaban con el vicio, que el alcohol era complementario de la sangre y que los gritos era el único modo que tenían de destacar sobre el resto.

Su amiga asentía con cada una de sus palabras. Estaba de acuerdo y compadecía a las mujeres solteras. Cuando había dejado su anterior relación empezó a salir y se espantó de lo que hasta entonces había ignorado. La vida no era hermosa si no se compartía con una copa y algunos ligues. La dignidad había sido sustituida por un "todo vale" espeluznante. ¿Qué más daba una mujer que otra? Un día pruebo unos labios... y a los pocos los cambio por otros.

Entre las dos repasaron diversas escenas que habían observado y agradecieron tener pareja. "Ya no es lo mismo salir a las tres de la mañana. Ahora sólo hay gente borracha y desorientada que busca el placer sin importar las consecuencias".

Yo escuchaba en silencio. Era cierto todo lo que habían dicho. La sociedad del consumo nos incita incluso a vender nuestra dignidad a cambio de diversiones pasajeras. Claro que el vicio, en muchas ocasiones, lo presentan como una forma de llenar el vacío, pero no siempre ocurre así. La educación y los valores humanos aún no se han extinguido y nunca es correcto generalizar. Aún así, comprendo la tristeza de quienes se ahogan en ese pozo oscuro por falta de un brazo del que agarrarse. Tal vez algunas de nuestras palabras, o nuestra misma actitud, podría haber sido el ancla de quienes pierden el sentido de la vida. Es inútil buscar la felicidad donde se desprecia la conciencia, pero no hay que despreciar tampoco a quienes insisten en el "todo vale". Quizá algún día se den cuenta del error... ¡y qué desgraciados se sentirán entonces!

jueves, 23 de junio de 2011

Poeta


El poeta se desnuda en sus versos.
Es verdadero poeta aquel que, al
desnudarse, sabe qué prendas debe
y cuáles no debe quitarse.


 

domingo, 19 de junio de 2011

Insomnio, II



"...Con desesperación, abandonó las sábanas y se sentó en su mesa de estudio. Abrió su cuaderno de dibujos y contempló el rostro de aquella mujer. La oleada de rabia se suavizó y se sorprendió acariciando los rasgos de grafito. Quizá no era la más hermosa, ni la más inteligente, pero había sido la única capaz de besar su corazón. "Está prohibida, está prohibida", le recordaba su conciencia con un grito sordo.

Apartó el boceto y suspiró. El insomnio sería la primera prueba que testificaría contra él. Se frotó los ojos y los cerró con fuerza. El agotamiento le impedía pensar con claridad. Regresó a la cama y enterró la cara en la almohada. Ya no le daría más vueltas, sólo tenía que evitar cruzarse con ella y continuar los estudios. En algunas semanas se habría olvidado de aquella mirada y de sus labios. También tendría que quemar el dibujo, si alguno de sus compañeros lo encontraba podría ser gravemente acusado.

Presionó sus párpados, ya decidido, a pesar de que temía aquel instante de inconsciencia. Sabía que podría asaltarle una pesadilla por ser descubierto, pero sufriría igualmente si soñaba que ella bailaba de nuevo, esta vez sólo para él..."

jueves, 16 de junio de 2011

Insomnio



"...Aquel baile infernal había acabado por rendir su corazón. Llevaba meses tratando de olvidarla, pero ahora su mirada se le inyectaba con la más terrible punzada de dolor. Su piel había ardido bajo el hechizo de su voz. Por primera vez en mucho tiempo se había enfrentado cara a cara con el deseo. El roce de su mano había sido un latigazo letal.

El recuerdo era demasiado real y la imaginación había iniciado un juego capaz de sentenciarlo. Se revolvió en la cama, nervioso. El sudor se deslizaba por su frente y la espalda era un reguero de lágrimas. Sabía que él era el culpable de aquella situación y que merecía el castigo del remordimiento por su debilidad. Ahora, el imperio que había construido a base de planes, se desmoronaba estrepitosamente contra sus sentimientos. Con rabia, golpeó el colchón y se volteó sobre su costado. Las lágrimas le enrojecieron los ojos. Amaba aquella mirada desafiante y esos labios inflamados de pasión..."



Ilustración y texto: Blanca Rodríguez G-Guillamón



lunes, 13 de junio de 2011

Inocente y enamorada

Llevaba días enamorada. Al salir el sol, descorría las cortinas y se asomaba a la ventana. Todo le parecía hermoso: la calle, el sol, las flores, su vida. Podía pasarse horas frente al espejo, imaginándose conversaciones que no tendrían lugar. Podía bailar con su peluche preferido y sentarlo a su lado mientras trabajaba. Podía reír y llorar al mismo tiempo y, cuando nadie la observaba, se atrevía a dibujar su recuerdo con los dedos.

Cada vez que recordaba su mirada, se estremecía y una tímida sonrisa florecía en sus labios. Soñaba con sus manos e imaginaba su voz. No entendía cómo en tan poco tiempo él había pasado a ser su pensamiento. Lo amaba, ¡claro que lo amaba! Y estaba dispuesta a dejarlo todo por sus besos.

¿Y él? Él nunca le había dicho nada. ¿Qué le iba a decir, si él era príncipe y ella, artesana?

domingo, 12 de junio de 2011

La vida

Siempre soñé que sería grande.
Siempre soñé que retaría al mundo.
Siempre soñé que lo obtendría todo.
Y así se me murió la vida... soñando.

jueves, 9 de junio de 2011

Un ángel escondido entre armas

–Fue hace tiempo, en un rincón escondido –me confesó el coronel –. Se acercó, tímida, y rozó sus labios con los míos. Sus ojos azules destellaron y cayó la primera lágrima. Era dulce e inocente, una rosa que acababa de extender sus pétalos. Luego, quedaría bonito decir que escapó, pero no todo podía ser tan perfecto.
Me fijé en el temblor de sus labios y crucé los dedos tras la espalda. Si lloraba, yo me rendiría con él. Aferró con fuerza el fusil y acarició el gatillo, con extrema delicadeza.
–Era apenas una niña... acababa de cumplir los quince. Huérfana de nacimiento, se había criado en la cocina del regimiento. Susana, la encargada de la cocina, la había ocultado de miradas indiscretas y nadie supo de su existencia hasta que yo la encontré. Parecía un ángel asustado, allí, escondida entre las armas. Yo sabía que me llevaba observando algún tiempo, pero simulé no darme cuenta... hasta que el deseo pudo con mi voluntad.
Cerró los ojos y se los frotó con el dorso de la mano. Su narración cada vez era más pausada.
–Era tan hermosa...
Llené de agua uno de los vasos que habían dispuesto sobre la mesa y se lo ofrecí. No bebió, pero lo mantuvo apoyado sobre la rodilla contraria en la que descansaba el fusil. Estaba impaciente por conocer el final, pero sabía que era una imprudencia presionarle.
–Durante una semana no se separó de mi lado. Yo terminaba los turnos lo antes posible y me escapaba para visitarla, pero era consciente de que me había enamorado de una niña con la que jamás tendría ninguna oportunidad. El capitán general no tardó mucho en descubrirlo y me avisó. Me dijo que ella debía marcharse de allí o encerrarse en la cocina con su tutora, sin que yo la volviera a ver. Estuve de acuerdo, al fin y al cabo, había sido yo quien había elegido pertenecer al regimiento en cuerpo y alma. Pero cuando lo asumí era ya demasiado tarde... El escándalo se había propagado entre los militares. Era una época dura, en la que nos entrenaban a matar y en la que esa misma suerte era nuestro castigo.
Su mirada se dirigió de nuevo al fusil y un escalofrío me recorrió la espalda. Me cubrí la boca con las manos y esperé, horrorizada.
–Así fue –asintió, con gran pesar –. Así fue, exactamente. Me besó con ternura cuando adivinó su destino y, sin decirme nada, cogió el fusil... y se mató.

sábado, 4 de junio de 2011

Sueños en palacio

Aún después de más de miles de años, el palacio se conseva bien. Su fachada, granítica, se alza con elegancia, sin marcas del deterioro. Sólo las lágrimas de la lluvia han trazado surcos en ella. Han pasado los años y todos los que le insuflaron vida ya murieron. Su esplendor, sin embargo, se ha inmortalizado para las visitas de turistas. ¿Ahora sólo es eso, un anzuelo para curiosos? Yo me niego a creerlo. Sus ventanales y terrazas, que ocultan los secretos de una antigua monarquía, son sígno evidente del sueño al que se han rendido. Ya nadie vive allí.

De vez en cuando mis pasos me anclan en sus jardines y una fuerza invisible me insta a tumbarme frente al palacio y soñar con otros tiempos. Tiempos en los que en la entrada se conglomeraban suntuosos carros de caballos, en los pasillos desfilaban oficiales uniformados y en las salas de baile las mujeres de vestidos voluminosos giraban agarradas a hombres espigados. El palacio era cómplice de intrigas y centro de vida de la más alta de las clases sociales. Estaba vivo, durante el día y durante la noche, y así se enfrentó a los años.

Aunque yazca sobre la hierba, puedo imaginar que me asomo a la balaustrada superior, en el tejado, y contemplo unos alrededores surcados por árboles y fuentes. Desde allí invito a una nube a bailar. Le ofrezco mi mano y espero, mientras su figura dispersa adopta la silueta de un joven apuesto. Luego, guiamos nuestros pasos en círculos cerrados, sin llegar a tocar el suelo. Recuerdo algunas historias y revivo la de alguna joven princesa, que quizá vivió atrapada en una falsa libertad y cercada por miradas caprichosas.

Siempre detengo la imaginación cuando empieza a oscurecer, es la señal de regresar a la realidad. Permito que mis personajes vuelvan a encerrarse tras los muros de piedra y yo, camino de vuelta a casa. Por la noche, hace tiempo que las antorchas fueron sustituidas por focos de luz artificial y eso, entorpece la realidad pasada de un sueño presente.