¿Te atreves a soñar?

lunes, 30 de enero de 2012

¿Despierto o dormido?

Estaba perdido. Sin su casa pequeña en las afueras, sin su jardín de tierra, sin el vocerío de los niños del barrio que jugaban en la calle, sin su madre ni su hermana... Perdido. Ni siquiera aún, con las maletas deshechas y su padre rellenando el frigorífico que compartirían, lograba enterder qué le había llevado tan lejos de su tierra. Lo había dejado todo, absolutamente todo. Simplemente había amanecido, se había asomado a la ventana y lo había dicho. Así, como si fuera una decisión sencilla, como si se tratase de elegir el desayuno de la mañana. "Me voy a España"... y se había ido.

Los ojitos oscuros de Fátima se habían cerrado con lágrimas y Guadalupe lo había besado hasta que cruzó la puerta de los pasajeros con su padre. La pequeña Fátima lo amaba demasiado, quizá es exceso. Había sido su "hombrecito", siempre atento, diligente y cariñoso, y sabía que cuando volviesen a encontrarse ya sería un "hombre", ¿sería entonces su hombre? Lo dudaba tanto como Andrés... En España le confiaría sus secretos a otras mujeres, ¿cómo iba a callarlos hasta que volviera a ver a su hermana?

Se sentó en los muebles viejos del piso y cerró los ojos. La lluvia contra el cristal conseguía relajarle. Todo estaba gris, muy gris, como si el sol se hubiese quedado en México. Vio como su padre se servía un refresco y suspiraba. Estaban mareados, los dos, y tristes, y cansados... y de nuevo perdidos. ¿Estaba soñando despierto o dormido? No, tal vez era cierto. Posiblemente. Todo parecía sospechosamente real; la lluvia monótona, el sofá áspero y las paredes desnudas. Ya no estaban ni Fátima ni Guadalupe. ¿Y el ruido de la calle? Tampoco. Era diferente, ahora sólo se oían los coches.

domingo, 29 de enero de 2012

Palpitante

Estaba a punto de partir. Posiblemente sólo le quedase unos minutos de vida. Luego regresaría al letargo de la soledad. Él necesitaba de ellos, como ellos necesitaban de él sin saberlo. Miriam se detuvo, con el corazón palpitante, y lo miró. Era una sensación extraña hablar sin palabras.
Vamos, continúa –parecía decirle el hombre.
Pero ella estaba cautiva de los recuerdos y no quería abandonarlo. Había viajado por África de su mano y había aprendido a entregarse a los más desfavorecidos, a darles el cariño y los cuidados que necesitaban. Se había enamorado de esas tierras infértiles, de los baños en las charcas cuando apretaba el calor y de su gente, de sus sonrisas y su esperanza. También de él... De él se había ido enamorando en cada capítulo de su vida. ¿Y ahora tenían que despedirse? No era justo.
Sin embargo, debía poner punto y final, para algún día poder comenzar de nuevo, y continuó leyendo. Mientras él desaparecía con las últimas palabras, Miriam sonreía, enternecida por la escena final. Ya se iba...
Cerró el libro y apoyó la cabeza contra la pared. Allí quedaba, presa entre las tapas, una historia tan viva como la suya. ¿Y quién la volvería a conocer? Cada vez más, por las prisas, las novelas morían en las estanterías, acumulando polvo. Miriam suspiró con aprensión. Si hubiera aprendido antes a leer...

sábado, 7 de enero de 2012

A traición (II)

(...)
–Muy bien –dijo, impaciente –, combatirás.
Sus ojos azules se la clavaron en los de él con extrema frialdad. Había procurado resultar tajante y dura. Sintió cómo el abrazo de Roller se tensaba.
–El galeón nos alcanzará en menos de una hora, va poco cargado –continuó ella –. Alcemos la bandera pirata, la tripulación está esperando.
Se zafó de sus brazos y de sus labios y se encaminó hacia la salida. Los tacones de las botas secundaron sus palabras. Roller gruñó y corrió para alcanzarla, no aceptaba la derrota. La detuvo en las escaleras y la empujó contra la madera.
–Yo mando –la amenazó, presionando su cuello con el antebrazo.
Abie sonrió, lejos de asustarse, y en una maniobra rápida extrajo una daga de su falda y la clavó en la pierna del pirata. Luego le derribó escaleras abajo.
–No vuelvas a ponerme una mano encima. Soy yo la que manda en este barco –declaró y, haciendo caso omiso de sus gritos de dolor, salió a cubierta y alzó su daga ensangrentada.
Con su gesto, setenta gargantas la aclamaron. Todos sabían que Roller, quien había prometido riquezas si se amotinaban a su favor, había sido derrotado por la heredera. Lo adivinaron porque en la mirada de ella había un brillo diferente. La inocencia y el miedo se habían esfumado. Ahora era una pirata decidida y convencida de la victoria. Clavó su daga en el mástil y arrancó de su cinta la espada.
–Quien no me quiera seguir, que se atreva a retarme.
Y los gritos de los marineros anudaron el último cabo de su unión. El galeón no podría vencerles. Abie Jack había logrado que la aceptasen y ahora, como con su padre, la bricbarca pirata era una sola criatura.
Abie se acercó a la baranda y contempló a su enemigo, ondeando la bandera de la calavera.


martes, 3 de enero de 2012

A traición (I)



Estaba asustada, aunque él le prometiese que todo estaba bien. A la luz de un único candil, sus sombras parecían alargarse hasta la puerta del camarote. Nadie iba a interrumpirlos. Por el ventanal, sin embargo, se hacía evidente la inminencia del peligro.
Abie se volvió hacia el galeón que los perseguía.
–Nos doblan en tripulación y en armamento.
–Son más lentos, no podrán alcanzarnos. De todas formas, si lo lograsen no serían capaces de maniobrar a la misma velocidad. No debes preocuparte.
Ella lo miró, furiosa. Sus labios ardían muy cerca de los de Roller.
–Delega en mí –pidió el hombre –. Presentaré batalla y venceré.
–Yo soy la capitán.
–Sabes que la tripulación no te escuchará. Tu padre era un buen pirata, pero tú eres una mujer.
Roller le acarició la cara y obvió los metros que los separaba. Con delicadeza, le apartó los rizos anaranjados del rostro y jugó con su pendiente.
–¿Este aro es el que te compré?
–El que le robaste a un mercader holandés, sí.
–Precioso.
Ella forzó una sonrisa.
–Vamos, Abie... –insistió –. Sabes que me respetan.
Había empezado a cambiar su actitud. Sus labios caían sobre su nariz, tentándola, y sus manos viajaban por su espalda. Abie sabía cuál era su juego, pero ahora le parecía tan atractivo que su valor había empezado a temblar. Era joven y no tenía ninguna experiencia al mando, mientras que él había liderado las batallas junto a su padre, el difunto capitán. Era fuerte y decidido y un magnífico estratega. Quizá se estaba equivocando por su orgullo.
Roller se inclinó para besarla. Veía en sus ojos la duda y olía su miedo. Sus manos, que había apoyado en su cuello, le temblaban. Abie sólo era una chiquilla. Había combatido cuerpo a cuerpo y había matado, pero aún no había aprendido a congelar sus sentimientos.
Él le sonrió para inspirarle confianza. Había tenido suerte en que la hija legítima de Jack fuese una mujer.
Pero el galeón español estaba demasiado cerca y los gritos de la tripulación se alzaban sobre las olas. Roller siempre había sido su debilidad y le temía. Los golpes en la cubierta al desplazar los cañones le recordaban la primera batalla en la que había empuñado la espada. Él le había salvado la vida y le había enseñado a combatir. Su padre, en realidad, no le había prestado demasiada atención.
Sin embargo, sabía que su beso era a traición y que sus caricias le mentían. Abie deseaba llorar y refugiarse en la terraza de popa, como había hecho otras veces, pero esta vez Jack estaba muerto y ella era la capitán. Trató de serenarse antes de enfrentarse a su rival. (...)

domingo, 1 de enero de 2012

¡2012, Adelante!





Aunque hemos alzado con alegría nuestras copas de champán, sabemos que el 2012 no va a ser un año fácil. Hoy hemos entrado en un nuevo año cargado de incertidumbres. ¿Mejorará la situación económica? ¿Sacaremos adelante ese proyecto que tanto se resiste? ¿Lograré alcanzar alguna de mis metas propuestas?... Nadie sabe qué pasará y por eso mismo no podemos descuidarnos. A pesar de que hay muchos factores externos que nos condicionan, nosotros decidimos hacia dónde queremos ir.

No podemos detenernos en el pasado para lamentarnos de nuestras decisiones equivocadas, o de aquello que nos condujo hasta donde nos encontramos ahora. Debemos sustituir el "Y si..." por un "Voy a...", porque sólo si miras hacia adelante podrás remendar las heridas y alcanzar tus metas.

Estamos a 1 de Enero de 2012, con 364 días para luchar por quienes nos rodean y por nosotros mismos. No debemos rendirnos, ni apesadumbrarnos por lo que no logramos en el 2011. "Año nuevo, vida nueva", dicen las voces de la tradición. Nadie dice que la vida sea fácil, pero eso no es excusa para truncar nuestra sonrisa. Si hemos tropezado, o nos hemos acercado al mismo borde de la oscuridad, busquemos en quienes nos aman y trabajemos por levantarnos de nuevo. Sólo cuando nos rendimos perdemos la batalla. De modo que no tengamos miedo en gritar: ¡2012, Adelante!