¿Te atreves a soñar?

miércoles, 13 de julio de 2016

Cuando nos burlan los políticos


Queridos políticos, se acabó la hora del recreo. Es divertido jugar, pero hace tiempo que los ciudadanos os miramos desde las aulas con ganas de continuar la clase. España no se va a levantar sola y nosotros os hemos escogido para que nos ayudéis a mejorarla.

Ya está bien de peleas, del tú, pero yo, pero Menganito ha dicho. Nos prometéis todo lo que queremos, pero a la hora de la verdad priman los individualismos. Entiendo que el 20-D fue una pequeña revolución en el Congreso. Entiendo también que se requiere un tiempo para adaptarse a un nuevo trabajo. Pero lo que no entiendo es por qué siete meses después estáis orgullosos de burlarnos con las segundas elecciones y dispuestos a seguir riendo; porque no, las terceras elecciones no deberían ser una opción.

Quizá lleváis tanto tiempo en los toboganes que habéis olvidado que un trabajo requiere un esfuerzo. Porque es muy fácil coincidir con quienes piensan igual, pero hemos apostado por vosotros precisamente porque pensáis distinto, porque ¡ojo!, queremos que penséis distinto, que dialoguéis.

Sin embargo, queridos políticos, cuando os veo tropezar con las mismas piedras, no puedo evitar preguntarme si hemos votado a futuros presidentes o a niños con berrinche. Ahora que se acerca el acto de investidura, ¿no creéis que es hora de salir de vosotros mismos y pensar en los ciudadanos? Porque os hemos votado... Digo yo que algo tendremos que ver.


lunes, 11 de julio de 2016

Dorotea


Su sonrisa cazaba todos los miedos. Alta y espigada, Dorotea siempre causaba la misma impresión. La forma en que levantaba las comisuras de los labios, cómo entrecerraba los ojos y le engordaban las mejillas era una historia de amor. Decían que había curado a enfermos y había devuelto la paz a los intranquilos, pero lo cierto era que vivía en el centro de un lago, en una casa diminuta, sin más compañía que un pajarillo que no se atrevía a revolotear más allá del techo.



domingo, 10 de julio de 2016

Un farolillo morado

—Escribid un deseo —nos dijo el chequito tendiéndonos un farolillo morado.

Cinco párrafos de amor en un corazón que aspiraba al cielo. Después de los fuegos artificiales, que habían sembrado la Ciudadela de conversadores, la luz tropezó en su huida hacia lo alto. El chequito tenía razón: ¿qué mejor manera de comenzar los sanfermines que confesando una ilusión?

El farolillo morado era el preludio de bailes hasta las seis, del encierro y las risas. Porque todos los blancos y rojos tenían ganas de pasarlo bien. Los que no eran de allí me dijeron con sorpresa:

—La gente se disculpa al empujarse.

A veces no se alcanzaba el suelo, otras acababa el pie en algún charco de alcohol, de agua sucia, de plástico, pero no había una palabra de ofensa; como si la clave fuese el llevarse bien. Todos iguales, todos contentos. Amigos. O, por lo menos, compañeros de juerga.

—Qué limpias quedan las calles.

Porque quizá algunos, ya vencidos por la bebida y el cansancio no lo notasen, pero en un minuto las calles quedaban impolutas tras la escoba y la manguera del servicio de la limpieza. Como nuevas. Estrenadas por los corredores y los toros.