¿Te atreves a soñar?

miércoles, 30 de mayo de 2018

Mientras llueve

Las hojas del árbol apenas sostenían las gotas más gruesas. 

—Me gusta cuando llueve —dijiste.

Tenías la mirada apacible y te atreviste a tomarme de la mano. Alrededor nos observaban con tanta discreción que nadie habría reconocido que tenía en alza la antena.

—Este lugar es espiritual. No se miran tanto el ombligo como lo hacemos nosotros.

Te di la razón. 

Acabábamos de cruzar un puente que zigzagueaba para que no lo atravesasen los fantasmas.

domingo, 20 de mayo de 2018

Karaoke

Había tres cabinas transparentes. La primera la ocupaba una chica que se ataba los zapatos. Las otras dos, jóvenes atentos a una pantalla. 

Los descubrimos, solo era evidente en diagonal, con un micrófono en la mano y los auriculares dictandole las notas de una canción de pop china. 

Y aunque sus espaldas no dejaban de ser escaparate para los transeúntes, habían logrado desaparecer por unos minutos del laberíntico metro en hora punta.


miércoles, 9 de mayo de 2018

Calcetines rojos

Cuando se llevaba la galleta a la boca, parecía que la galleta se lo fuese a comer. Pero entonces el niño la sacudía para mostrar su inconformidad y dejaba de ser monstruosa.

Hacía dos horas que el viaje se le hacía pesado, de modo que había tomado la resolución de pasearse con sus calcetines rojos por el vagón, mirando fijamente a los pasajeros. 

Ante las carantoñas, sacaba la lengua -por favor, es que no era ningún bebé-, pero si alguien no le sostenía la mirada, entonces entrecerraba los ojos y profería una ristra de insultos en la cara del desdichado. Su preferido era "que te lleven los demonios", porque se lo había escuchado en la calle a un viejo que parecía un pirata. 

—¿Quieres dejar de molestar a la gente?

Su madre le tiró del brazo en tres ocasiones. Ni una más, porque el marido le recomendó la ignorancia.

El niño regresó al asiento.

—¿Queda mucho?

No hubo respuesta. Golpeó la mesilla que mediaba con su padre.

—En serio, papi, ¿queda mucho o no?

El hombre le miró por encima del libro y dijo que no. 

—¿Cuánto falta? Papá, que cuánto falta.

Dos horas.

¿Ves? ¡Todavía! El crío se cruzó de brazos con los mofletes rojos y refunfuñó que, como siempre, volvía a tener razón, que si se hubieran teletransportado, ya estarían en casa de los abuelos.


También publicado en COPE

miércoles, 2 de mayo de 2018

Un instante prolongado


Fue un instante prolongado y un cúmulo de casualidades. Él volvía de la librería, donde le habían dicho que la novela que buscaba, una sobre los diversos caminos del destino, estaba agotada; mientras que ella acababa de tomar un café y enfilaba la calle de vuelta al trabajo.

Podrían haberse cruzado otras personas, pero fueron ellos quienes confluyeron en tiempo y lugar. Levantaron la cabeza casi al unísono, sonrieron tímidamente. No dejaron de mirarse a los ojos —es que rara vez los sueños se repiten— hasta que se dieron la espalda. Luego retomaron la rutina.