¿Te atreves a soñar?

viernes, 29 de julio de 2011

Entre recuerdos olvidados

Sucedió sin avisar, sin reparar en la cascada de sentimientos de uno y de otro y sin dar opción a otra expresión que no fuera la del asombro. Se cruzaron un instante, cuando ella volvía del trabajo y él lo hacía de un viaje, y la mañana soleada se tiñó de nubes. Ella volvió a sentir su corazón desbocarse y él se estremeció al recordar una historia inacabada. El saludo fue apenas un guiño, luego ambos bajaron la mirada.

Ella recordó con lágrimas y él lo hizo con mal humor, pero ninguno se atrevió a derribar el muro que los había separado. Nadie más supo de aquel encuentro, e incluso ellos mismos lo olvidaron. Era mejor no revolver el pasado, más aun cuando los dos sabían que se amaban... y que nunca tendrían oportunidad de encontrarse.


lunes, 25 de julio de 2011

Un camino para dos

Verla marchar se había convertido en parte de la rutina, aunque él nunca se cansaba de despedirla. Todas las mañanas salía a la calle con alguna excusa. Unas veces bajaba la basura, otras volvía de la compra, sacaba a pasear al perro o simulaba cargar el coche para alguna jornada fuera de la ciudad. El "buenos días" que cruzaban en la acera y aquella sonrisa aún somnolienta eran la razón por la que sacrificaba sus horas tempranas de sueño.

No sabía nada de ella, pero le había llamado la atención desde la primera vez que se encontraron. Era menuda y tenía una expresión traviesa en el rostro, como si la niñez aún la frecuentase a escondidas. Parecía un hada en un cuerpo de mujer. Le fascinaba la fuerza de su mirada, que lo retenía puntual cada mañana, y sus labios gruesos que no se cansaban de sonreír.

Bajaba cinco minutos antes de las siete y media y se palmeaba la cara para despejarse. Cuando la veía caminando a lo lejos, recogía la bolsa, las cajas, o al perro y echaba a andar en su dirección. Trataba de no concentrarse únicamente en su figura y miraba sin ver las casas de los vecinos. De reojo, siempre la acompañaba. Cuando los separaba una distancia corta, la buscaba con la mirada y le dedicaba la mejor de sus sonrisas. "Buenos días", decía él. "Buenos días", le respondía ella. Y luego seguía su camino... y ella se marchaba.

Incluso cuando llovía o hacía frío, él la esperaba en la calle. A veces, incluso, se había atrevido a añadir a su saludo: "Qué día más gris", y ella se reía. En el trabajo pensaba en ella y por las tardes frecuentaba la ventana por si la veía pasar. Su humor era inmejorable y nunca se planteaba qué pasaría después. Él simplemente vivía y la amaba, aunque no la conociese ni intercambiasen más que una frase al día. Algo le gritaba en su interior, algo le decía que hacía lo correcto.

Hasta que un sábado se le ocurrió seguirla, decidido a iniciar la conversación que siempre los esquivaba. La saludó en la calle, como acostumbraba, y luego reanudó la marcha tras sus pasos. Imaginaba que cogería el autobús en la parada de la plaza principal, o el metro en la misma, pero su corazón se detuvo un instante cuando la vio volver en la misma dirección por la calle paralela a la que se cruzaban. Entonces lo entendió todo, porque aquel día era sábado y los sábados ella no trabajaba. Madrugaba únicamente para saludarle.

El domingo se vistió elegante y la esperó en la misma puerta de su casa, con las manos vacías. Sin bolsas, sin cajas y sin perro. La vio aproximarse con sus bucles castaños y sus ojos claros, y respiró hondo para tranquilizar sus latidos. La saludó con una inclinación leve de cabeza cuando estuvo cerca y le tendió el brazo. "Buenos días, ¿te apetecería pasear un rato?"

martes, 19 de julio de 2011

Dicen que la amistad...

Dicen que los buenos amigos se pueden contar con los dedos de una mano. Dicen que el verdadero amigo no traiciona, sino que acompaña...

Caminamos solos, pero apoyados por los demás. Por eso, desde pequeños tendemos a establecer vínculos sociales con quienes nos rodean. Al principio, sin marcar diferencias y a medida que crecemos, saltando de una embarcación a otra hasta encontrar la que más se asemeja a nosotros. El adolescente rompe y crea amistades en su etapa más tormentosa, en una búsqueda por encajar su personalidad. A veces esas rupturas son difíciles, otras transcurren como cauce natural de la vida. Sin embargo, todas ellas acaban por marcarnos y prepararnos para lanzarnos al mundo, donde no siempre es fácil distinguir la verdad del interés o, incluso, de la mentira.

A base de caídas y nuevos encuentros, aprendemos a leer las miradas y las sonrisas, que nos revelarán paulatinamente los secretos del corazón. Una despedida no es un adiós para siempre, ni significa el inicio de una guerra entre los implicados. Una despedida es, simplemente, aceptar las diferencias y desearle lo mejor a quien hasta entonces te había acompañado. Sin embargo, es complicado, aún más en la adolescencia, esa ruptura y ese nuevo comienzo, sobre todo si por alguna de las dos partes ha germinado la mentira o la indiferencia. En estos casos, el mayor error puede ser el entrometimiento de terceros. Nadie debe interponerse entre dos personas, sea cual sea la relación que las una, porque puede hacer más daño del que se podría esperar.

La amistad es un sentimiento sincero y entregado. Significa compartir las alegrías y las penas, y entregar una parte de ti mismo a esa persona. Por eso, se debe cuidar con mimo y no permitir que nada la dañe. Nada, como lo podría ser el juicio de un tercero, o la envidia, capaz de destruir lo más hermoso. Si "alguien te dijo que..." no lo tomes como una realidad si antes no lo hablas con esa persona. No juzgues sin conocer todas las versiones, porque podrías perjudicar a un amigo y dañarte a ti mismo.

viernes, 8 de julio de 2011

En el mundo de los sueños

En el mundo de los sueños hay tantas cosas como imaginemos. Hay inviernos mágicos y veranos junto al mar. En el mundo de los sueños nos esperan miles de ilusiones que sólo buscan hacerse realidad... Cree en ti y sueña... sueña que el mundo te pertenece. Nunca dejes de soñar.

Ilustración: Blanca Rodríguez G-Guillamón