¿Te atreves a soñar?

viernes, 19 de mayo de 2017

Una mota de polvo en el ojo

Ella me acompañaba a la estación y, por eso, acudimos a Cercanías con un tren de diferencia. Nos sentamos en la dirección vacía. Miré el reloj.
—Mierda.
—¿Qué hora es?
—Se me ha vuelto a parar. Ya me extrañaba que funcionase.
—Entonces es verdad que no eran las pilas.
La aguja larga se había detenido a menos diez, probablemente al tiempo que bajábamos al túnel de las vías. Decidí que lo llevaría a arreglar cuando llegase a mi otra casa. Se me contraía el corazón al pensar que me marchaba; el corazón y la tripa, en realidad todo el cuerpo.
La miré a ella, que callaba mejor, y pensé que tendríamos por delante muchos días sin vernos.
¿Qué voy a decir de mis últimos pasos? Que compramos un bocadillo porque había olvidado el mío en la encimera de la cocina y que la despedí rápido porque me entraban ganas de llorar. Creo que de todas formas lo hice, pero con tanta discreción que podía parecer una mota de polvo en el ojo.
Me senté en el tren definitivo, ¡qué difícil no correr de vuelta!, y miré el reloj.
—Mierda.
La aguja perezosa había empezado a contar de nuevo.

martes, 9 de mayo de 2017

Jazz


Mientras me hablabas de jazz, tres gotas de lluvia reunieron el valor para saltar de la barandilla roja de tu balcón al suelo. 

Hubo un destello de luz cuando doblaste los dedos sobre un piano invisible.

No sabía que te gustaba el jazz, pero recitabas a los grandes músicos. Susurrabas con una trompeta, las manos subiendo y bajando.

Luego dabas un giro para abrazar el contrabajo. Bailabas con los ojos cerrados, la cabeza a un lado y al otro. 

A un lado y al otro.

Tenías una sonrisa extasiada cuando salió el sol.