¿Te atreves a soñar?

viernes, 12 de agosto de 2011

Por caminos separados

Cuando recibió la noticia, una garra de plomo oprimió su corazón. "Francisco se ha marchado a Chicago", dijo Nerea al fin, después de haber tratado de introducir el tema unas cuantas veces. Esther se quedó perpleja y lo repitió una vez más, moldeando las palabras con sus labios secos.
–¿Se ha marchado... para siempre? 
–Este año ya no volverá. Sus padres decidieron que lo mejor sería que regresase a casa, por motivos económicos. Allí estudiará en una universidad pública.
–De algún modo debería haberlo esperado –reconoció Esther.
Hizo una pausa para contener el llanto y perfiló con la mirada el horizonte del parque. Las nubes se habían teñido de rosa, como sucedía en los atardeceres estivales, y la luna empezaba a reclamar su trono celeste. Se llevó la mano a la boca, para reprimir un sollozo.
–No me despedí de él...
–No quiso avisar a nadie. Ya sabes que a Francisco nunca le gustaron las despedidas.
Nerea le dio un apretón cariñoso a su amiga e intentó distraerla.
–¿Una carrera hasta el puesto de helados?
–No tengo apetito.
–¡Vamos, Esther! Tienes que cambiar esa cara... Sabíamos que se iba a ir antes o después, sólo era cuestión de tiempo.
–Ya lo sé. Es sólo que no esperaba que fuera a suceder tan pronto. Nunca le dije...
Nerea la abrazó. Aunque su amiga había enmudecido repentinamente, como hacía cada vez que le quemaba la garganta por las lágrimas, sabía completar la frase.
–Estoy segura de que lo sabía, no te preocupes.
–Nunca... es mucho tiempo.
–Entonces hagamos una cosa –dijo, deteniéndola por los hombros –. Algún día, cuando terminemos los estudios y ahorremos lo suficiente, viajaremos para visitarlo en su nueva vida. ¿Qué te parece? Seguro que él estará encantado de volver a vernos y así aprovechamos para conocer esa ciudad de rascacielos.
Esther se encogió de hombros. Sabía que nunca volvería a ver a Francisco y que todos los momentos que habían compartido juntos se reducirían a recuerdos. Él continuaría su vida y trazaría un sendero muy diferente al suyo, pero debía ser fuerte y seguir avanzando. Quizá tuviese razón y no volverían a verse, pero haber tenido la oportunidad de conocerlo había sido uno de los regalos más bonitos que podía haberle brindado la vida.
–Vamos a tomarnos un helado –propuso, con una media sonrisa –. Una vez me dijo Francisco que es la mejor forma de congelar las penas.

domingo, 7 de agosto de 2011

No sé si os habrá sucedido alguna vez...

No sé si os habrá sucedido alguna vez, pero es una sensación maravillosa. Esta vez no quiero tanto que recreéis lo que os narro como que indaguéis un poco en vuestra conciencia y busquéis un recuerdo semejante.

Íbamos en el coche, yo en el asiento de atrás, con los acordes vibrantes de "How to save a live" y el sol iniciando un descenso que agradeceríamos. Un regreso a casa tranquilo después de un fin de semana entre amigos. Habíamos reído y contado algunas estrellas fugaces (regalo del cielo en unos días prematuros, antes de las Perseidas), pero también habíamos compartido una parte de nosotros. No creo que las fotografías y las palabras sean nuestro único pase para recordar estos días, cuando descubres amigos de verdad... ya lo sabéis vosotros, eso no se olvida.

Ya nos habíamos despedido casi todos y en el último trayecto, que era el mío, cada una de esas sonrisas se engancharon a la telaraña melódica que crea "The Fray" y algo se estremeció dentro de mí. Contemplé alguno de los paisajes que me son tan habituales y vi en ellos un color distinto. Había mucho más si prestaba un poco de atención. Porque la vida nos sacude y nos pone a prueba, arremete contra nuestros sueños tratando de derribar nuestras defensas. La vida es un laberinto con puertas sorpresas... y por eso es tan importante recorrerlo acompañado. Si abrimos los ojos del corazón y nos dejamos sorprender por la vida, quizá descubramos que hay miradas que gritan todo lo que callan los labios y sonrisas que cargan toda la emoción de un amor que va más allá de lo sensible.

Por todo esto me gustaría hacer una mención especialísima a Rosana. Hoy ella me ha enseñado que la amistad no muere aunque haya periodos de sequía.

Gracias, porque nos has regalado unos días mágicos... y gracias también por no abandonar cuando todos ya lo han hecho, por creer siempre que hay mucho más que lo que se cuenta y por atreverte a vivir siempre con una sonrisa.