¿Te atreves a soñar?

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Quién es Peter Higgs?

Peter Higgs es un señor de 84 años, con gafas grandes, pelo blanco y una mirada bonachona. Sencillo, divertido y Premio Nobel de Física. Un hombre de cambios: de pequeño, por el trabajo de su padre y sus ataques de asma; más tarde, fue niño de la Segunda Guerra Mundial y, en la adolescencia, despuntó en los estudios, aunque consiguió galardón en todos sus trabajos menos aquellos sobre la física. Una paradoja, ¿quizá motivación? Lo cierto es que la ciencia fue su pasión y su amante, a quien dedicó las horas y los pensamientos, en quien pensó antes de acostarse y cada mañana. Incluso cuando su mujer y él decidieron separarse, cuando ya compartían dos hijos y muchas historias, la física continuó ahí.

Incómodo frente a las cámaras, pero orgulloso de sus compañeros y su trabajo, Peter Higgs ha sido galardonado este año con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Nobel de Física. El motivo: el descubrimiento de un proceso que nos remonta al origen del Universo, que nos permite conocer un poco más de su estructura, de cómo surgió la masa de las partículas subatómicas. La mal llamada "partícula de Dios", el bosón de Higgs.


Fotografía: Stuart Wallace


domingo, 27 de octubre de 2013

Dama de otoño

Medio muerta, mártir de la belleza, mujer coqueta. Envuelta en hojas verdes, amarillas, rojas. Con zapatos secos. Vestida de caracoles blancos y lombrices brillantes. Amante del viento, que la desnuda sin prisas, con delicadeza, respetando los tiempos. Corazón de los bosques de otoño. Una dama elegante, rebelde, de fuego. 


miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Cuál es el problema del cine?

Una tropa de gente y la sensación de que no cabríamos todos en el cine. Una cola que serpenteaba por el local y la calle, que se amenizaba por la emoción de comprar una entrada con 2'90 euros. Cientos de cabezas, miles de conversaciones. Una muchedumbre entusiasmada y unos empleados ajetreados pero sonrientes. ¿Es la calidad de las películas, la piratería o el precio habitual del cine lo que, de normal, mantiene en coma sus salas?
No recordaba una demanda semejante desde hace bastante años, ni siquiera en los estrenos más populares. Parecía una discoteca en plena semana laborable. Una fiesta de salas oscuras, olor a maíz tostado, conversaciones alegres, ilusión y arte. Supongo que los personajes de las películas se sentirían orgullosos, honrados, crecidos, valorados. Artistas de cine. Por fin, artistas de cine.
Una explosión feliz que, sin embargo, me acabó produciendo rabia. Ayer fui al cine, hoy iré otra vez. Si tuviera más horas, exprimiría esta oferta de 2'90 euros/película en dos o tres sesiones más. Y como yo, tanta gente, tantos románticos -porque aquellos días de citas en el cine han quedado muy lejos-, tantos amigos, tantas familias, tantos aventureros; tantos.
Después de estas reuniones de multitudes, después de que el cine pareciese un hormiguero de miradas brillantes, ¿de verdad que el problema son las personas?  

sábado, 19 de octubre de 2013

Cuando regresas

Quizá no sea capaz. Quizá este folio está aún demasiado blanco y tú, demasiado cerca. La muerte, estate seguro, también roba palabras. Y a mí me las quita todas cuando hablo de ti.
Anoche, no sé por qué, recordé tu risa de acordeón viejo y tu abrazo fuerte, y entonces sentí una especie de ternura por quien fuiste y por quien continúas siendo. Porque la muerte no se lo lleva todo; es incapaz de llevarse las huellas y los amores.
Cuando el agua de la ducha me envolvió en vapores, me hizo tan ligera que fui capaz -pues ya sabes que allí el dramatismo se vuelve más dramático- de imaginarte tan real como en ese momento lo era mi reflejo en el espejo.
Algún día yo seré como tú: tan fuerte, tan grande, tan apasionada. Y tú estarás siempre donde estén mis letras. Como en tu biblioteca, donde respiras en todos los volúmenes, en todas las revistas, en todos los papeles que no terminaste de ordenar. Pero esta vez, estamos los dos. Beberé de tu misma fuente, de tus mismos libros, aunque sea de puntillas.
Es posible que no sepa decirte lo que no te dije, pero ahora -no me cabe duda- puedes escucharlo todo. Ahora sé que, incluso cuando este folio está en blanco, cuando regresas, yo soy capaz de recuperar mis palabras por ti.

domingo, 6 de octubre de 2013

De fiesta con búhos

Todas huían de mí. No sé si sería el pan, que era viejo, mi aspecto penoso o el banco de pintura desconchada que había elegido. O quizá fuera simplemente que no tenían costumbre de mí, de mi perfume y de mi edad. Tal vez les resultaba graciosa la inexperiencia de mis manos, que aplastaban el mendrugo y arrancaban trozos con tanta fuerza que los dedos quedaban blancos.
En mi fracaso, las imaginaba a todas agitándose en las ramas, riéndose de mi poca gracia y mi ilusión truncada. Porque al principio yo le había sonreído al aire. Había llegado envuelta en mi abrigo de otoño y me había sentado en el único banco libre del parque. Había descubierto la cajita de pan duro y lo había lanzado con la esperanza de verme envuelta en un corrillo de palomas gorditas y simpáticas.
Pasearon las parejas, los adolescentes; corrieron los niños y los deportistas; conversaron los ancianos; se cayeron las hojas de los árboles. Y yo, lanzando migas a nadie, mantenía la mirada tan alta que no serían capaz de adivinar lo que pensaba.

“Tal vez las palomas tengan sueño, estén cansadas”.

“Son perezosas y hoy hace frío, no tendrán hambre”.

“Seguro. Seguro que se han empachado en una fiesta con búhos”.

“¿Por qué no vienen? Estoy sola, mucho”.

“Ya es claro: no me quieren”.

“No me quieren las palomas”.