¿Te atreves a soñar?

miércoles, 15 de octubre de 2014

Amar es una aventura

Hoy leí uno de los artículos de enumeraciones que te saltan en Facebook. De esos de “10 cosas que solo harías cuando tienes veinte años”, o “10 cosas que solo la gente torpe entiende”... Bueno, pues el que me apareció a mí era “10 cosas que te ocurren cuando tienes un novio nuevo”. NUEVO, ¿eh? Atención, recalco: un novio nuevo.
Pues me pareció curioso saber qué se supone que pensamos cuando tenemos “un novio nuevo”. Y la cosa empezó graciosa con el primer punto:

1. Despertarás a la mañana siguiente y pensarás: “¿Tengo pareja? ¡TENGO PAREJA!”.

Me imaginé la escena y me reí. Bueno, el amor es todo una aventura, así que sus inicios son cuanto menos apasionantes. Pero al pasar al siguiente punto solté un lastimoso “no...”. No, no, no. Eso no es así. Eso no debería ser así. El número dos decía:

2. Decir “hola” y “adiós” con un beso te hará sentir en la cima del mundo.

No... ¿Solamente vamos a sentirnos en el infinito cuando tenemos “un novio nuevo”? No, no. Deberíamos sentirnos especiales con cada saludo y cada despedida, llevemos uno, quince o cincuenta años. Si es lo más bonito: sentirse único para otra persona. ¿Solo al principio? Pues entonces, perdona, pero no le veo futuro a vuestra relación.


Pero bueno, oye, que solo vamos por el segundo punto y quedan muchos... Igual la cosa mejora.

3. No hay silencios incómodos, solo momentos en los que disfrutas en silencio de la presencia del otro.

Vaya, la cosa no mejoró con este...

4. Mirarás la foto de perfil de tu novio y pensarás: “¿Cómo tuve tanta suerte?”.

Ya no es que mires a la persona a la que quieres (o te gusta, porque es “un novio nuevo”) y te sientas afortunado. Y que suspires con su mirada, con la forma en que respira, con sus labios... No, no, ya ni eso, ahora es su foto de perfil. Una instantánea: ni un esbozo de todo lo que la otra persona realmente es.

5. Tus padres siempre tendrán sus pensamientos acerca de tu “nuevo novio”.

Tus padres, sea nuevo o no, tendrán una opinión. El problema sería más bien que no pensasen nada... Si te quieren, es irremediable que les interese lo que te rodea.

6. Tu novio y tú estaréis cogidos de la mano todo el tiempo.

Cuando coges la mano de alguien a quien quieres, puedes sentir muchas cosas. Puedes sentir que te apoya, o el cariño, o su calor. ¿No es bonito ver a dos ancianos que se dan la mano? Y digo ancianos porque es un gesto que no debería perderse nunca. Es importante que sintamos que no estamos solos.

7. La vida parecerá más colorida de lo habitual.

Amar es algo inmenso. El amor está lleno de colores: amarillos, rojos, azules, negros. El amor no es eternamente perfecto, pero ojalá le pongamos color todas las mañanas y no solo las primeras. Sin ilusión, se marchita todo.



8. Hablaréis por mensaje de todo, incluso de las cosas que no tienen ningún sentido.

¿Y solo con “un novio nuevo”? ¡No, por favor! Riámonos, bailemos con la vida. Y si hay confianza, con más razón. Pero no solo por mensaje. Las conversaciones, cuanto más largas mejor. Pero si todas fueran profundas, acabaríamos agotados con veinte o cuarenta años. ¿Imaginas? Llegas del trabajo cansado y tu pareja te recibe preguntándote por el sentido del Universo. Hombre... Pues habrá días que sea lo propio y días que no. Hay que divertirse, incluso decir lo primero que se nos viene a la mente. No hay que calcular cada palabra.

9. Ahora que estás en una relación te sentirás un poco más madura.

Bueno... Entonces con el novio anterior no eras madura, pero con este nuevo sí. La madurez no está en comenzar una relación, ni siquiera te la da el tenerla. Se puede tener pareja y ser un inmaduro. Si no, probablemente se romperían menos relaciones. Pero sí es verdad que el conocer a otra persona y decidir quererla, conlleva un compromiso. El compromiso de dejar a un lado tu propio egoísmo y mirar a la otra persona tal y como es, y no como tú quieres que sea.

10. Y finalmente, los dos estaréis nerviosos y emocionados por lo que os espera en un futuro.

Este sí es un buen final. Amar es una aventura. Pero que ese nerviosismo, esa chispa de ilusión, no se pierda con el paso de los años. Que si te parece que te has acostumbrado a tu pareja, y que te aburre, que ya no es ni la mitad de lo que era, míralo de nuevo. Míralo dos veces y mírate también a ti. Cómo despertar ese nervio solo lo sabe cada pareja. Saliendo a pasear, yendo al cine, cenando... A veces pensamos que la única solución para recuperar la ilusión es “un nuevo novio”, cuando en verdad hemos sido nosotros quienes hemos dejado que el amor se durmiera.


Imágenes: Alba Soler

lunes, 13 de octubre de 2014

Un poco niños

Cuando eres un niño, tus sueños son tan grandes como capaz seas de extender los brazos. Pregúntale a un niño que mida lo abstracto, y te dirá “así”, con los brazos abiertos y esforzándose por estirarlos aún más. Para ellos todo es posible. Da igual que sea difícil, ellos creerán que pueden lograrlo. 


A Disney le han echado la culpa de que las niñas sueñen con príncipes azules y a las Barbies, que quieran tener un cuerpo perfecto. Pero, ¿por qué? Si no es Disney, lo serán las comedias románticas americanas, o las canciones de amores realizados. Y si no es Barbie, lo será alguna modelo retocada. Siempre habrá algo para excusar nuestros sueños y que alimente nuestra insatisfacción. Pero es que Disney y Barbie, y todas esas películas y todas esas canciones, son los sueños de quienes los crearon. Quizá el problema no es de otros, sino nuestro. ¿Por qué no conocernos antes de seguir soñando?

Para que un deseo no nos destruya, hay que saber que hay “momentos” y “momentos”, que no siempre te va a hacer caso el chico o la chica que te gusta, ni las estrellas van a conspirar por ti cuando más lo necesitas (Paulo Coelho, el Universo a veces se despista). No siempre lo bueno espanta a lo malo, y la mentira puede corromper amistades.

Las personas no somos perfectas, pero “somos”, que no es poco. Así que sepamos cuáles son nuestros puntos fuertes y cuáles nuestros puntos débiles. Conozcámonos antes de que nos conozca el fracaso. Y si ya hemos caído, coloquemos esa piedra en un estante y sigamos andando.

Es mucho más fácil soñar cuando eres niño, cuando todo te parece infinito y puro. Pero podemos volver a ser niños que corren descalzos, sonríen sin miedo y estiran los brazos como si quisieran llegar al cielo.

Un adulto sueña distinto, por supuesto que sí, pero tiene la ventaja de conocer la parte más racional del camino. Ser prácticos no es un límite, es una oportunidad. Las metas pueden ser gigantes; siempre somos un poco niños.

Imágenes: Alba Soler.