¿Te atreves a soñar?

viernes, 24 de febrero de 2017

Tanaka

Entrasteis en la escuela como alumnos rezagados. Teníais la misma curiosidad que los niños, que os miraban con la boca abierta desde sus bancos de polvo. 

El idioma os resultó familiar -por fin algo familiar en la tierra de las pagodas- y simplemente seguisteis el camino. Te sentaste en un pupitre y un enano sonrió. Le dijiste: vamos a estudiar juntos. E hiciste los deberes de inglés como si fueran responsabilidad tuya.

Tenían en los mofletes, extendida en círculos, una crema color ocre. Hundiste el dedo en la piel pintada. Tanaka, explicó el niño. ¿Qué tenía, cuatro años? Así se protegían del sol.

Tanaka, repetiste. Se rió de tu pronunciación. Tanaka.

La profesora no interrumpió la clase, para ella los curiosos no eran novedad, pero los pequeños se lanzaron a la puerta para despediros. Querían demostraros con orgullo lo rápido que aprendían y alzaron los pulgares como vosotros habíais hecho delante de la cámara.


SQ

jueves, 16 de febrero de 2017

El lago de los pueblos flotantes


Os dieron un colchón y una manta por poco dinero y no tuvisteis tiempo de comentar el día. Necesitabais esas horas de sueño después de treinta kilómetros a pie. Y al despertar, apareció un punto rojo en el cielo.

Doblasteis las mantas y de nuevo la mochila sobre los hombros. Ibais camino del lago Inle, el de las poblaciones flotantes. Y de pronto, sobre la barca, cambiaron las normas del Universo.

Las mujeres paseaban de lado a lado sobre las aguas, por puentes que parecían inestables pero aguantaban. Y los hombres pescaban haciendo equilibrio sobre un extremo de la barca. Remaban de una forma curiosa, enganchando la pierna al palo hundido.

Del lago podía surgir cualquier cosa: tomates, templos o un pueblo entero. Os lo explicó el guía, que medía metro y medio y era muy simpático. Este año quiere empezar la universidad y ha estado ahorrando mucho dinero, contaste.

Luego llegó la noche y había muchas estrellas. Todo el cielo era de estrellas. Así, una le daba la mano a la otra, y la otra a la otra, y así hasta el infinito. Porque en el monte, donde os tumbasteis, no había otra luz.


SQ

viernes, 10 de febrero de 2017

Palomas y pagodas


Eran nueve cables eléctricos curvados por palomas. No sé si querías decirme que la ciudad era sucia o simplemente te hacía gracia. Probablemente llamaste a los demás: mirad qué de ratas voladoras.

En Naipyidó también había cientos, aunque allí saltaban unas sobre otras hasta adoptar la forma de gigante. Lo sé porque me grabaste un vídeo y me reí mucho.

Así que palomas. Palomas y pagodas, como un trabalenguas. Templos dorados donde las mujeres barren en línea y no están permitidos los zapatos. Oh, eso me pareció divertido. Aunque me cuesta creer que haga tanto calor cuando aquí hace tanto frío.


SQ

miércoles, 8 de febrero de 2017

Sobre el cielo de Asia


Te fuiste de madrugada, mientras yo dormía. Con una mochila a la espalda y un saco muy fino, finísimo, para soñar. Dijiste: allí no hace frío. Y ya no recuerdo si finalmente me hiciste caso y te llevaste una sudadera. Ya ves qué detalle, una sudadera.

Luego gastaste horas en aeropuertos. Frankfurt-China-Myanmar. Y entre tanto, las nubes. 

Tuviste suerte de estar despierto cuando sobrevolaste las montañas, esas cumbres que serpentean afiladas jugando al pilla pilla con el sol. 

Te ríes. Estás atrapado dentro de una mosquitera y oyes volar de cerca a los bichos. Son enormes, ni te imaginas, me escribes. Reproduzco un insecto tan grande como una mano. No, no, yo no podría. 

¿O sí? Antes del mosquito van las montañas. 

Aunque esas cumbres pintadas de luz me duelen. Me recuerdan que el mundo es mucho más grande que Pamplona.


SQ