¿Te atreves a soñar?

miércoles, 6 de abril de 2011

Mis siete sentidos (II): Tus ojos y mi piel

Alberto arrastró su mano hasta alcanzar la de Cristina y entrelazó sus dedos. Ella yacía serena sobre la hierba, con los brazos desnudos y los ojos cerrados. Hacía calor y el sol brillaba después de una semana lluviosa. La soñoliencia hipnótica que producían los destellos del lago y el aroma de las flores recién nacidas les mantenía en silencio.

–Es agradable –dijo Alberto, después de un tiempo–. ¿Estás cómoda?
–Mucho. Echaba de menos el sol.

Él le sonrió y se giró sobre su costado. La contempló, deteniéndose en cada una de sus facciones, y le colocó un mechón revoltoso tras la oreja.
–Los áboles están rosas –dijo él, acariciándole la mejilla –. Muy rosas. De un rosa tan fuerte que hasta duele. Sus flores son pequeñas, y tan rosas, que es bonito el contraste que se crea con la hierba. En ella ya no quedan hojas secas, y mucho menos escarcha, pero la cubre un manto salpicado de amarillos y blancos. El cielo está azul, sin una sola nube, y el sol brilla, y quema.
Cristina se rió en silencio.
–El aire es cálido –añadió ella –. Cálido y fresco.
–¿Cómo va a ser cálido y fresco?
–Lo es.
–No puede ser dos cosas contrapuestas a la vez.
–No lo son.
Cristina respiró hondo y, aunque sabía que Alberto esperaba una explicación, la retrasó unos segundos.
–El color rosa no puede doler –dijo –. Tú sientes con la vista, yo siento con la piel.

1 comentario:

  1. solo puedo decir que es un placer compartir blog contigo, chapó :)
    rob

    ResponderEliminar