Quizá no sea
capaz. Quizá este folio está aún demasiado blanco y tú, demasiado cerca. La
muerte, estate seguro, también roba palabras. Y a mí me las quita todas cuando
hablo de ti.
Anoche, no sé
por qué, recordé tu risa de acordeón viejo y tu abrazo fuerte, y entonces sentí
una especie de ternura por quien fuiste y por quien continúas siendo. Porque la
muerte no se lo lleva todo; es incapaz de llevarse las huellas y los amores.
Cuando el
agua de la ducha me envolvió en vapores, me hizo tan ligera que fui capaz -pues
ya sabes que allí el dramatismo se vuelve más dramático- de imaginarte tan real
como en ese momento lo era mi reflejo en el espejo.
Algún día yo
seré como tú: tan fuerte, tan grande, tan apasionada. Y tú estarás siempre
donde estén mis letras. Como en tu biblioteca, donde respiras en todos los
volúmenes, en todas las revistas, en todos los papeles que no terminaste de
ordenar. Pero esta vez, estamos los dos. Beberé de tu misma fuente, de tus
mismos libros, aunque sea de puntillas.
Es posible
que no sepa decirte lo que no te dije, pero ahora -no me cabe duda- puedes
escucharlo todo. Ahora sé que, incluso cuando este folio está en blanco, cuando
regresas, yo soy capaz de recuperar mis palabras por ti.
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