Serena
apartó con brusquedad la silla donde hacía unos minutos había
estado amordazada. Se remangó el vestido y echó a correr hacia una
de las esquinas de la habitación. Le sangraba la mejilla derecha por
el rayo de Tariq. A pesar de que él era uno de los grandes
hechiceros, nunca había tenido buena puntería.
Plano
general.
–¡No
huyas! ¡No huyas! –gritó el hombre, blandiendo la espada mágica
por encima de su cabeza–. Vuelve aquí y lucha.
Serena
se lanzó contra el suelo para esquivar una nueva embestida y se
apresuró en deshacer las cuerdas de sus muñecas.
Ángulo
picado.
¿Cómo
se había podido estropear tanto aquel día especial?
Se
descalzó los tacones con rabia y rasgó el vestido de novia hasta
las rodillas. Una tela suave, impoluta, que había trabajado ella
misma para que todo resultara perfecto. Con las manos temblorosas, se
recogió el pelo y se quitó los pendientes largos de perlas.
La
risa de Tariq la acompañaban los destrozos. En su delirio, los rayos
de magia oscura se disparaban en todas direcciones. Sabía dónde se
ocultaba Serena, pero no quería herirla tan pronto. Serena había
sido una hechicera con muchas posibilidades; tenía una sensibilidad
que la hacía poderosa, pero había preferido el amor. Se había
apartado de su ambición, de sus planes de conquista del mundo, por
un joven que a Tariq se le antojaba despreciable.
–¿Ese
aprendiz te ha debilitado tanto que eres incapaz de enfrentarte a mí?
–se burló el mago–. Antes era una buena oponente...
Plano
medio de Tariq en contrapicado.
Serena
apretó su colgante de cristal contra el pecho y murmuró unas
palabras. Una oración de amor. Cuando abrió los ojos, las pupilas
se le habían dilatado.
Primerísimo
primer plano de Serena.
Había
prometido no usar más la magia, había deseado una vida normal, pero
la amenaza había despertado su instinto de bruja. Toda la magia que
había contenido durante ocho años le quemaba en la piel. Se miró
las manos y sonrió al descubrir brillantes las puntas de sus dedos.
El
calor, la garra de plomo oprimiendo su garganta, el sudor frío. Iba
a gritar con toda su magia... y entonces, sabía que se apagaría la
risa, los destellos oscuros, las astillas de los destrozos.
Sobrevendría la paz y un silencio absoluto. Tariq había subestimado
su poder. Había cometido el error de provocarla el mismo día de su
boda.
Un
primer plano de su sonrisa. Una panorámica vertical desde sus labios
y hasta el colgante. Luego un plano americano donde destaca su rostro
bañado en luz, y...
–¡Corten!
La
actriz suspiró, exhausta, y apoyó la espalda contra la pared.
Atendió a las palabras satisfechas del director, a las palmadas de
los realizadores, de los técnicos, los cámaras, el productor, y se
volvió hacia Tomás, que jugaba con una espada de acero ligero y
gomaespuma. Se masajeó las muñecas antes de aceptar la mano de su
compañero y levantarse.
–Pareces
realmente malo cuando haces de Tariq –dijo.
Tomás
se rió y le pasó el brazo por el hombro.
–Tenemos
una hora de descanso, ¿te apetece tomar un café conmigo antes de
que acabemos el uno con el otro?
La
chica puso los brazos en jarras, suspicaz.
–¿Cómo
vas a intentar matarme? ¿Rayo de fuego? ¿Sablazo de hielo...?
–A
mí no me lo preguntes –se disculpó el actor, sonriente–. Esas
cosas solo te las puede contestar Tariq. ¿Y bien? ¿Un café?
Si,me ha sorprendido y me ha gustad,es ágil el relato..pero las indicaciones para cada escena me rompen un poco los esquemas.Nunca me ha gustado leer teatro,aunque si tu te pones a escribirlo seguro que me reconcilio con el.Un monton de besos.Pepi
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