“Donde se cruza el camino
del viento con el de las estrellas”, inscribieron en el lomo de un caballo de metal
que cabalga el Perdón. Una eterna procesión que admira Pamplona desde la cima
del monte. Los guardianes detenidos de la ciudad. Con la mirada al frente y las
espaldas cargadas, con el mismo cansancio que los peregrinos de Santiago.
El viento grita en la
cumbre y se desahoga de todo lo que vio en las calles asfaltadas. Coge
carrerilla y se lanza contra los molinos de viento, y los empuja, y les insufla
vida, tanta vida que los hace girar. Allí, tan alto, no tiene miedo de llorar
ni de enfadarse.
Y en el horizonte, se
pintan las nubes. El sol escondido crea un mar infinito de rojos y naranjas.
Una línea que distingue la noche de la cuenca hasta que se asoman las
estrellas, todas esas que se cruzan con el viento, y la Naturaleza se detiene a
contemplar las minúsculas luces de la ciudad.
Texto: Blanca Rodríguez G-Guillamón
Fotografías: Siyuan Qian Zhang
Bravo, sigue así, artista! :)
ResponderEliminarPrecioso comentario para unas preciosas fotos.
ResponderEliminar¡ Eres genial !