Fue
un instante prolongado y un cúmulo de casualidades. Él volvía de la librería,
donde le habían dicho que la novela que buscaba, una sobre los diversos caminos
del destino, estaba agotada; mientras que ella acababa de tomar un café y
enfilaba la calle de vuelta al trabajo.
Podrían
haberse cruzado otras personas, pero fueron ellos quienes confluyeron en tiempo
y lugar. Levantaron la cabeza casi al unísono, sonrieron tímidamente. No
dejaron de mirarse a los ojos —es que rara vez los
sueños se repiten— hasta que se dieron la espalda. Luego retomaron la
rutina.
Es tan corto como un relámpago ,pero se queda dentro.Es muy bonito.
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