¿Te atreves a soñar?

lunes, 8 de agosto de 2016

El verdadero Apolo de Dafne


Se resistía a venderla, tan hermosa que era. Rodeó la mesa de herramientas y ocupó un improvisado asiento de mármol. Desde allí podría contemplarla sin que le viera. Había noches en que le despertaba su grito de ayuda y se apresuraba en socorrerla, pero nunca llegaba a tiempo. No podía dejarla marchar, por mucho que estuviese prometida a otro. Scipiano tendría que esperar. Quizá podía ofrecerle otra muchacha. Había algunas hermosísimas, tan puras como Dafne. Pero ella era sagrada, pensaba Gian Lorenzo mientras la observaba en la oscuridad. Dafne era perfecta. Ni siquiera la merecía un dios. Con ella no había horas. El tiempo corría, más veloz que nunca, y cuando alguien le sacaba del ensimismamiento, ya era la hora de comer, o de dormir incluso.

—¿Se encuentra bien, maestro?

Gian Lorenzo levantó la mirada, sobresaltado. François le miraba desde la puerta del taller. Se recompuso de inmediato.

—Esperadme unos minutos. En seguida estoy con vosotros.

—¿Puedo ver su obra, señor?

Bernini asintió con una sonrisa espontánea.

—No tenga miedo, François —dijo, tomando su muñeca para colocarle la mano sobre la piel de la ninfa—. Está a punto de convertirse en árbol.

Pero François no fue capaz de responder. Sus dedos temblaron al recorrer aquella piel suave y blanca. Quería abrazar a la joven y prometerle que estaría a salvo. Discretamente se llevó la mano al pecho. ¿Podría haber sido capaz Eros de clavarle una de sus flechas de oro? El maestro le agarró del hombro para separarle de Dafne y entonces lo entendió; él era el verdadero Apolo.



Apolo y Dafne, G. L. Bernini

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