¿Te atreves a soñar?

domingo, 10 de julio de 2016

Un farolillo morado

—Escribid un deseo —nos dijo el chequito tendiéndonos un farolillo morado.

Cinco párrafos de amor en un corazón que aspiraba al cielo. Después de los fuegos artificiales, que habían sembrado la Ciudadela de conversadores, la luz tropezó en su huida hacia lo alto. El chequito tenía razón: ¿qué mejor manera de comenzar los sanfermines que confesando una ilusión?

El farolillo morado era el preludio de bailes hasta las seis, del encierro y las risas. Porque todos los blancos y rojos tenían ganas de pasarlo bien. Los que no eran de allí me dijeron con sorpresa:

—La gente se disculpa al empujarse.

A veces no se alcanzaba el suelo, otras acababa el pie en algún charco de alcohol, de agua sucia, de plástico, pero no había una palabra de ofensa; como si la clave fuese el llevarse bien. Todos iguales, todos contentos. Amigos. O, por lo menos, compañeros de juerga.

—Qué limpias quedan las calles.

Porque quizá algunos, ya vencidos por la bebida y el cansancio no lo notasen, pero en un minuto las calles quedaban impolutas tras la escoba y la manguera del servicio de la limpieza. Como nuevas. Estrenadas por los corredores y los toros.


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