¿Te atreves a soñar?
domingo, 20 de septiembre de 2015
domingo, 13 de septiembre de 2015
Pasará
El otro día, uno en que sólo me apetecía desconectar, me puse a investigar las aplicaciones de la tableta y, entre ellas, encontré una para pintar. Al principio fueron trazos muy ligeros, vagos, hasta que me di cuenta que pintar en una pantalla no era tan diferente a hacerlo en papel. De modo que tengo el gusto de presentaros mi primer dibujo íntegramente digital: "Pasará".
lunes, 7 de septiembre de 2015
Si parece feliz
Daba igual cuantas
vueltas diera en la cama, la imagen no desaparecía de sus sueños. Tenía miedo
incluso de cerrar los ojos, porque él siempre estaba allí, con su sonrisa
brillante, con su mano extendida, con sus labios prometiéndole un millón de
aventuras. La noche se le hacía larga, los días también. Si fuera capaz de
decirle, de confesarle que aún le amaba, quizá entonces desapareciese aquella
tormenta de indecisos y recuerdos.
Encendió la radio para
distraerse, pero la primera canción que sonó fue la misma que escucharon juntos
en aquel tiempo. Se dobló de dolor y pensó en llamarle, pero se arrepintió al pensar sus palabras tan torpes.
¿De qué iba a servir? Mejor no complicarle la vida. En sus fotografías
parecía suficientemente feliz, y eso bastaba. O, al menos, eso se repetía cuando su fuero interno le gritaba que era una cobarde.
Si parece feliz... ¿Para qué molestarle?
Fotografía: Ibar Silva. |
jueves, 3 de septiembre de 2015
Irremediablemente unidos
Estaban irremediablemente unidos, por eso tardó más de una semana en reaccionar cuando le anunciaron que se tenían que separar. En seguida acudió al médico, preocupado por enfermedades que no tenía.
—Que sí, doctor, que estoy seguro de que sufro de estrés, asma, artritis, psoriasis y desequilibrio del sistema nervioso central.
El médico deslizó las gafas hasta lo alto de la nariz y, paciente, le repitió el diagnóstico:
—No debe preocuparse, usted se encuentra perfectamente.
Aunque no servía de nada, el supuesto enfermo se aferró a los síntomas que había leído en internet. Se marchó a casa con una receta vacía. Después del médico, se le ocurrió presentarse en casa de su madre y contarle que se lo llevaban de allí. Esperaba que ella, una bilbaína de pies a cabeza, le ordenase permanecer a su lado, pero no lo hizo. Por el contrario, le golpeó la espalda y le deseó buena suerte.
Entonces se agarró a su última baza, aquella chica que llevaba años suspirando por él, pero a la que no hacía caso por no comprometerse. Le dijo, con voz firme y circunstancial:
—Ane, me quieren trasladar a Madrid.
Y ella, de nuevo contra todo pronóstico, dio un salto de alegría y le felicitó, como habían hecho todos desde que empezó a conocerse la noticia de su ascenso.
Cabizbajo, el hombre acabó sentado en su roca de siempre, en su playa de siempre, con los pies hundidos en su mar de siempre. ¿Cómo iba a separarse de aquel azul inmenso, del olor a sal que se le quedaba en el pelo, de los graznidos de gaviotas, de la risa de los niños, los enamorados y los peces. Era de locos rechazar una oferta tan buena, pero ¿cómo se iba a despedir de su infancia, de su adolescencia y su juventud, que estaban las tres allí, esperando para alcanzar algún día la madurez?
Fotografía: Hernán Piñera |
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