¿Te atreves a soñar?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Irremediablemente unidos


Estaban irremediablemente unidos, por eso tardó más de una semana en reaccionar cuando le anunciaron que se tenían que separar. En seguida acudió al médico, preocupado por enfermedades que no tenía. 

Que sí, doctor, que estoy seguro de que sufro de estrés, asma, artritis, psoriasis y desequilibrio del sistema nervioso central. 

El médico deslizó las gafas hasta lo alto de la nariz y, paciente, le repitió el diagnóstico: 

No debe preocuparse, usted se encuentra perfectamente. 

Aunque no servía de nada, el supuesto enfermo se aferró a los síntomas que había leído en internet. Se marchó a casa con una receta vacía. Después del médico, se le ocurrió presentarse en casa de su madre y contarle que se lo llevaban de allí. Esperaba que ella, una bilbaína de pies a cabeza, le ordenase permanecer a su lado, pero no lo hizo. Por el contrario, le golpeó la espalda y le deseó buena suerte. 

Entonces se agarró a su última baza, aquella chica que llevaba años suspirando por él, pero a la que no hacía caso por no comprometerse. Le dijo, con voz firme y circunstancial: 

Ane, me quieren trasladar a Madrid.

Y ella, de nuevo contra todo pronóstico, dio un salto de alegría y le felicitó, como habían hecho todos desde que empezó a conocerse la noticia de su ascenso. 

Cabizbajo, el hombre acabó sentado en su roca de siempre, en su playa de siempre, con los pies hundidos en su mar de siempre. ¿Cómo iba a separarse de aquel azul inmenso, del olor a sal que se le quedaba en el pelo, de los graznidos de gaviotas, de la risa de los niños, los enamorados y los peces. Era de locos rechazar una oferta tan buena, pero ¿cómo se iba a despedir de su infancia, de su adolescencia y su juventud, que estaban las tres allí, esperando para alcanzar algún día la madurez?

Fotografía: Hernán Piñera

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