Imagina que
representan a tu madre, o a tu padre, o a tus hermanos en una situación
insultante y comprometida. Ella siendo filmada desnuda, él compartiendo trío
con su padre y su hijo, ellos con el cuello en el cuchillo de un radical.
¿Dirías que es humor? Los atentados contra el Charlie Hebdo han reabierto el
debate de la libertad de expresión, que ya explotó cuando publicaron por
primera vez las viñetas satíricas de Mahoma en 2006. Apenas unas horas después
del atroz escenario que dejaban los hermanos Kouachi en París, ciudadanos de
diferentes nacionalidades protestaban bajo el lema “Je suis Charlie”. Los
diarios abrían sus portadas al día siguiente como si el asesinato hubiera sido contra
la libertad de expresión, pero no puede ser libertad de expresión la falta de
respeto.
Ya lo
advirtió Sartre: “Mi libertad empieza donde termina la de los demás”. Herir las
libertades individuales no es libertad de expresión. Si lo fuera, estarías reconociendo
que el mejor sistema para gobernarnos somos cada uno de nosotros y por lo
tanto, la anarquía.
Las viñetas
satíricas del Charlie Hebdo eran provocativas y la provocación está bien.
Siempre ha existido y es opinión pública, pero otra cuestión son las formas.
Hay que tener cuidado si te quieres reír de los demás. Primero, porque no todas
las culturas son iguales y lo que en Occidente se ha abanderado como una
defensa de la libertad de expresión, en Oriente se ha interpretado como un
ataque directo a lo más sagrado, sus creencias. Segundo, porque no debes herir
a los demás. No se debería atentar contra los principios que rigen una vida,
igual que tampoco se debe asesinar.
“Je suis
muslim et j'aime mon Prophète” rezaba el cartel que sostenía un niño en una
manifestación. “Je suis Charb”, “Je suis Cabu”, dicen otras tantas pancartas. No quieres
que te arrebaten lo que amas. Recuerda a tu madre, a tu padre y a tus hermanos
humillados. Recuerda a Sartre: tu libertad donde termina la de los demás.