Peter Higgs
es un señor de 84 años, con gafas grandes, pelo blanco y una mirada bonachona.
Sencillo, divertido y Premio Nobel de Física. Un hombre de cambios: de pequeño,
por el trabajo de su padre y sus ataques de asma; más tarde, fue niño de la
Segunda Guerra Mundial y, en la adolescencia, despuntó en los estudios, aunque consiguió
galardón en todos sus trabajos menos aquellos sobre la física. Una paradoja, ¿quizá
motivación? Lo cierto es que la ciencia fue su pasión y su amante, a quien
dedicó las horas y los pensamientos, en quien pensó antes de acostarse y cada
mañana. Incluso cuando su mujer y él decidieron separarse, cuando ya compartían
dos hijos y muchas historias, la física continuó ahí.
Incómodo
frente a las cámaras, pero orgulloso de sus compañeros y su trabajo, Peter
Higgs ha sido galardonado este año con el Premio Príncipe de Asturias y el
Premio Nobel de Física. El motivo: el descubrimiento de un proceso que nos
remonta al origen del Universo, que nos permite conocer un poco más de su
estructura, de cómo surgió la masa de las partículas subatómicas. La mal
llamada "partícula de Dios", el bosón de Higgs.
Fotografía: Stuart Wallace