Era
una hilera de sueños, algunos desordenados, otros con forma de
corazón. Los niños, los más listos, habían soplado con los ojos
cerrados. Mientras pensaban qué más pedirle al fuego, sus padres
brindaban con vino. Era un instante, un abrazo, una risa. La noche,
seguramente, debía encontrarse feliz por haber reunido tantos buenos
deseos.
Fotografía: Blanca Rodríguez G-Guillamón
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