Nunca
me había aburrido tanto en una película. Y no tuvo nada
que ver el cansancio de un día de trabajo. Le daré un poco de
publicidad al “Lobo de Wall Street”, aunque no sea muy afortunada, porque
a mi me hubiera gustado una advertencia antes de pagar por ella, que alguien
me hubiera dicho que el trailer era un espejo mal enfocado, que de
grandiosa solo tiene la actuación de Leonardo DiCaprio y que puede
resumirse en tres palabras: pornografía, drogas y corrupción.
No
hay más. Pornografía, drogas y corrupción. Porque entiendo que
haya escenas de sexo, pero no tantas como para aburrirte. Desde que
empieza y hasta que acaba, como si fuera el hilo conductor. ¿Que ese
mundo solo se entiende con el apetito sexual? Pues muy bien, me
parece estupendo, pero no hace falta ser tan explícito. O por lo
menos tan explícito en todas las escenas. Prostitutas, tríos, más
prostitutas, orgías, de nuevo prostitutas, infidelidades, etcétera,
etcétera, todo lo que uno quiera imaginar.
Lo
que me molesta no es que sea pornografía encubierta. Quien quiera
verla, pues adelante. Lo que me enfada es que no te lo dejen más
claro en el trailer, en los carteles o en la sinopsis, o donde se
quiera, pero en algún sitio.
Esperaba
más que sexo de una película tan en boca de todos y me he llevado
una decepción. Tres horas medio dormida, medio asqueada y con el
móvil sin batería. Porque son tres horas de lo mismo. Y quizá el
problema sea mío, por esperar algo más,
pero me habría gustado saber de qué iba realmente. Solo eso, para
no sentirme engañada.