Gritas cuando levantas los ojos. En ese único gesto, se tambalea todo tu mundo. Y el mío. Quedamos pendidos de una mirada. No dirás más, porque luego te derrumbarás entre las palabras escritas. Y yo levantaré los ojos con la misma fuerza, porque lo piensas: soy —mantienes la mirada y la sonrisa— el silencio de tu poesía.