¿Te atreves a soñar?

viernes, 19 de junio de 2015

El druida de Avebury


"Aquí conocí al amor de mi vida", me dijo el druida de barba blanca y túnica gris. Tardé en reponerme de la sorpresa cuando me interrumpió. Al principio pensé que era una broma, pero luego descubrí que no vestía de aquel modo por diversión. Caminaba descalzo, tenía la ropa sucia y un bolso de piel. Lució los pocos dientes que le quedaban y me tendió la mano: "Elliot".

Elliot era un apasionado de las runas y los astros. En un inglés con fuerte acento escocés me contó que llevaba años preparándose para aquel viaje. Hablaba con pasión de las gigantescas piedras de Stonehenge. Gesticulaba con la mirada saltando de mis ojos al cielo, y del cielo a la tierra. Parecía que quería ocuparlo todo en solo un vistazo.

"La vida es mágica", exclamó al final de su discurso. Por alguna razón, no dejaba de señalar mi cabeza. Echó un vistazo al mapa que tenía sobre las piernas y me señaló un punto concreto de Avebury, donde nos encontrábamos. "Justo aquí, en esta piedra exacta. Allí conocí a Scarlett".

Scarlett fue su gran amor. Estuvieron juntos una sola noche, pero él regresó a su recuerdo todas las que vinieron después. Cuando hablaba, el druida entornaba sus ojos azules con ternura. "La recuerdo dormida y me siento feliz", dijo. Realmente lo parecía. Más que Gandalf o Merlín, en aquel momento era como un niño enamorado.

Una mujer que también vestía túnica le llamó desde lo lejos. Elliot se llevó las manos a la boca y murmuró: "Martha me llama". Se alejó dando pequeños brincos. Su esposa le decía algo de que las piedras iban a bailar. Me reí disimuladamente y pensé en su Scarlett. Elliot la había descrito soñando, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. ¿Llevaría también túnica?

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