¿Te atreves a soñar?

martes, 16 de junio de 2015

Amor entre Avoncliff y Bath


Eran un torbellino de amor. En el espacio que dejaban los sillones del tren apenas alcanzaba a ver cómo se besaban y se encogían por la risa. Contrastaban con el resto del vagón, que lo formaban estudiantes adormilados y algún turista que regresaba a Bath o Bristol, las dos grandes ciudades que figuraban en el último tramo del recorrido.

El joven empujaba sobre él a su pareja, que reía y canturreaba una canción. Ellos mismos parecían dos notas alegres. Sus voces eran las únicas que recordaban que aquel día había brillado el sol.

Suspiré por su complicidad y envidié que fuesen capaces de crear un mundo a parte. "El amor", pensé. No hacía falta otra palabra; amor era suficiente. 

Entre tanto movimiento, alcancé a ver el rostro del chico. No tendría más de veintitantos. El pelo dorado y cortado a la altura de los hombros, sonrisa viva y ojos aplastados. No era asiático, pero sus cuencas eran dos líneas finas curvadas por los generosos mofletes.

El final de un abrazo devolvió a la chica a su asiento. Conversaba animadamente al tiempo que jugaba con sus tres anillos. Su sonrisa la enmarcaba por la zona de la barbilla una línea de pelo. La enamorada tenía barba, como la mujer barbuda que retrató Ribera, y los ojos igual de finos. Me fijé en que bailaban extraviados. Me fijé mejor: ambos tenían la mirada perdida.

Pasó el revisor y no les pidió el billete. Atravesamos una de las zonas más bonitas del Canal Kennet y Avon y no lo vieron. La pareja se abrazaba entre risas y bromas. "El amor", sonreí. Amor es más que suficiente.


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