¿Te atreves a soñar?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Tres horas de vida


La gotera había desbordado el cubo. Hacía dos días que no dejaba de llover y la madera vieja de la cabaña se había resfriado. En la oscuridad obligada de la tormenta, Daniel dibujaba junto a la chimenea. Acababa de avivar la lumbre y los lengüetazos del fuego se proyectaban en el cuaderno de papel. Sombras que Daniel ignoraba, concentrado en el rostro de la juventud. Entre otros, le sonreían sus ojos de grafito, tan grandes sin las arrugas.

El cuco cantó justo cuando esperaba. Pocos segundos antes Daniel había elevado la mirada hacia el reloj, porque conocía los pasos de las horas.

Bostezó y retomó el dibujo. En su hoja trazada escuchaba risas y voces antiguas, voces muy llenas de polvo. El paisaje apenas esbozado brillaba de color. Allí estaban todos: Federico, Antonio, José, Fernando. Y Marisa también, con su voz cantarina. Y la hermana pequeña del pillo, quien para entonces ya se había marchado a Madrid.

La alfombra se había mojado y el hogar era cenizas.

Fernando y Marisa se casaron poco después. Antonio heredó las tierras de su abuelo y las trabajó junto a su esposa, pero a ella Daniel no la conoció. Y José... ¿José estudió una carrera en la universidad? Quizá eligió Derecho antes de viajar a Estados Unidos. ¿O había sido Medicina?

Hacía frío. Daniel miró la hora; llevaba tres perdido en la cuenta de los años. Había olvidado al pájaro del reloj y la gotera. La noche había dormido a su cabaña y el viento se lamentaba cada vez más alto. Daniel se levantó despacio y miró su obra. Pero los recuerdos se habían callado. Arrugó el papel y lo arrojó a la chimenea.

Quería vida, no silencio.

1 comentario:

  1. Hacia muchos dias que no te leia y me ha encantado tu breve relato.Sigue escribiendo princesa.Bsssssssssssss

    ResponderEliminar