Me
dijeron, no hace mucho, que está agonizando el altruismo. Que aunque
pareciese lo más básico en las relaciones humanas, desaparece. Yo
no me lo creí, por supuesto, porque conozco a muchas personas que lo
dan todo sin esperar nada a cambio. No quise creerlo, ni siquiera
continuar la falsa noticia comentándolo con los más próximos.
¿Cómo iba a perderse una práctica que apareció ya en la
Prehistoria? Pero hay gente que lo asegura, e insiste, y no hay quien
los mueva de su postura.
Muy
bien.
El
altruismo se pierde y el altruismo renace.
Quizá
porque esta idea me atrapaba desde hace varias semanas, me alegró
tanto cuando ayer fui yo la protagonista en apuros y una
desconocida, mi salvadora.
El
motivo fue un billete de veinte euros y un viaje en autobús.
Acostumbrada a Pamplona, donde el tique sencillo cuesta 1,2€, no
esperaba que en Málaga valiese mucho más. Así que allí iba yo,
con 1,4€ en moneda y veinte en papel. Os imaginaréis mi cara
cuando el conductor me dijo que el precio era de 1,6€ y que no aceptaba billetes
que superasen los diez. Le mostré todo lo que tenía y me negó de
nuevo, como era lógico. Si no fuesen las once de la noche no me
habría importado demasiado, pero estaba oscuro, hacía frío y
dependía de un medio de transporte que desconocía en esa ciudad. No
sabía los horarios, ni la ruta... ni la tarifa.
–Tendrá
que pedirle a alguien si tiene cambio –me dijo el conductor.
¡Claro,
qué lenta había estado! Ahora solo había que tener un poco de
suerte... Pregunté a la chica que iba delante mía, que se había
detenido al escuchar mi problema, pero me dijo que llevaba solo
quince, aunque podía regalarme veinte céntimos. Se lo agradecí,
pero preferí un cambio justo y probé de nuevo con una mujer mayor,
que había estado observándolo todo desde la primera fila. Ella
sonrió y me tendió dos billetes de diez.
–Sí
que tengo.
Hice
el cambio y le dí las gracias, tal vez con la torpeza de los
nervios. Pagué al conductor y recogí mi tique. Suspiré y enfilé
el pasillo en pos de un asiento libre. Al hacerlo, busqué con la
mirada a aquella mujer que me había ayudado y, esta vez más
tranquila, cabeceé agradecida. Ella me regaló un guiño, que para
mí era una respuesta.
En
el mundo hay muchas personas buenas. Por ellas, lo que no se cree
posible, existe.
¡¡¡ Ya estoy aqui de nuevo ¡¡¡ Y esta vez a punto para leer todo lo que escribes.Te digo lo de siempre,que de algo simple,cotidiano,que no le echamos cuenta,tu eres capaz de hacer un relato lleno de sensibilidad.Besos.Pepi
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