¿Te atreves a soñar?

sábado, 26 de noviembre de 2011

He parado el mundo


He parado el mundo. Cuando todos corrían y consumían las horas delante del ordenador, yo detuve el universo. Antes o después iba a estallar, si no lo hacía. La rutina llevaba días mancillándome el ánimo y el tiempo me mordía la chaqueta. Ahora me doy cuenta: estuve a punto de quebrarme en pedazos.
Al principio creí que no iba a ser capaz de hacerlo. No es fácil congelar la gravitación. Siempre hay una fuerza mayor que te empuja, aun cuando estás cansado. Es como si “algo”, una presencia invisible, te precipitase hacia la órbita de la vida donde los seres humanos somos soldaditos desarmados.
Una vez traté de alistarme en el ejército. A partir de entonces, me he arrepentido muchas veces de no haberlo hecho. ¡Acumulo tantos anhelos frustrados! También me propuse viajar a Estados Unidos para aprender inglés... ahora, después de treinta años de aquella intención, chapurreo el idioma en su nivel más elemental. O Teresa, aquella muchachita que tanto amaba... nunca me atreví a pedirle matrimonio. Cada vez que surgía la oportunidad, la dejaba pasar. Y cuando ella me anunció que Daniel le había pedido que fuera su esposa, yo le dije con absoluta indiferencia: “Ya era hora, pensé que te ibas a morir soltera”.
Soy un hombre herido por mis propias decisiones, es cierto. A veces me duele tanto lo que no hice, que pienso que ese “algo” que nos empuja trata de despeñarme en algún agujero negro. O lo pensaba... ahora sé que eso no es posible: ayer detuve el mundo.
Me planté en mitad de la calle que más transeúntes acumula y dejé que las prisas me embotasen. Recibí codazos y disculpas, gestos malhumorados, miradas inquisitivas. Recibí muchas impresiones, hasta que todo dejó de impresionarme. Me acordé del traje militar que nunca vestí, del baile de fin de carrera en el que abandoné a Teresa en mitad de la pista, de los besos que murieron cuando me anunció su compromiso y del abrazo que le negué a mi madre cuando ingresaron a su mejor amiga en el hospital.
Durante algunos instantes creí que me ahogaría, pero luego mitigó esa sensación y me caí al pavimento. Aunque me miraron, nadie se acercó a ayudarme. Sentía los latidos de mi corazón en la garganta y el frío de noviembre me erizaba el vello de los brazos. Cogí la bocanada de aire más grande que recuerdo.
Aquella noche la pasé en casa de mis padres. Hablamos del ejército, de Estados Unidos y de Teresa. Antes de marcharme, abracé con infinito agradecimiento a mi madre. Ella se acurrucó entre mis brazos robustos y se le humedecieron los ojos.
He parado el mundo. Cuando todos corrían y consumían las horas delante del ordenador, yo detuve el universo. Antes o después iba a estallar, si no lo hacía. La rutina llevaba días mancillándome el ánimo y el tiempo me mordía la chaqueta. Ahora me doy cuenta: estuve a punto de quebrarme en pedazos.

1 comentario:

  1. Ya te echaba de menos princesa,llevaba varios dias sin abrir el ordenador y ha sido la tuya una estupenda bienvenida.¡¡¡¡¡¡¡adelante!!!!!!!!Besos Pepi

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