¿Te atreves a soñar?

jueves, 9 de febrero de 2012

Espiral a través de "La rosa púrpura del Cairo"

La rosa púrpura del Cairo (1985) me ha dejado una extraña sensación, dulce y amarga, aunque algunos digan que las dos cosas no puedan ser. Estoy trabajando un ensayo sobre la relación realidad-ficción que Woody Allen establece en sus películas y hoy analizaba ésta. Lo cierto es que me ha devuelto a casa pensativa, atrapada en una espiral filosófica vertiginosa, y quería compartirlo, lejos de cualquier crítica cinematográfica pretende ser más una reflexión.
Ya conocía el final, pues me documenté ampliamente antes de la proyección, pero me resultó tan triste como si no lo hubiera hecho. Desde luego que Woody Allen y Gordon Willis (director de fotografía) pueden sentirse orgullosos. Saben muy bien que lograron su meta en esta película.
Que Woody Allen huya a la ficción como paliativo de los problemas de “su” realidad lo aceptamos, pero, ¿cuántas veces lo hacemos nosotros casi sin darnos cuenta? Él trata de proyectar un mundo insípido y feo que únicamente se enriquece por nuestras aportaciones creativas, las del ser humano. Un día podemos amanecer chistosos, o pesimistas, o absurdos, y es por eso que somos tan vivos, tan interesantes. La ficción se convierte en una vía escurridiza de la realidad.
En la película, Cecilia (Mia Farrow) se encuentra en el núcleo de un torbellino amoroso que transforma su vida y le sirve de apoyo para enfrentarse a la realidad. Tres hombres le ofrecerán diversas posibilidades y ella, ingenua, deberá elegir y enfrentarse a los conflictos que consumían la paz de su hogar. Fue la secuencia de su elección, entre Tom Baxter y Shepherd (interpretados por Jeff Daniels), la que más me fascinó; no podría definirlo con otra palabra. Es un momento en el que se concentra un contenido riquísimo, cargado de dudas existenciales y elecciones que pueden llegar a resultar un tormento. Tom Baxter es el “hombre perfecto”, lo cual nos concede el hecho de que sea un personaje de ficción, pero Shepherd es real, con sus virtudes y sus defectos. Una de las actrices que contemplan la discusión desde la pantalla, le incita a Cecilia a que se decante por Baxter, el aventurero, el poeta, el respetuoso, el fiel... en definitiva, y como ella misma defiende, el perfecto. Pero ella, sin embargo, opta por Shepherd. Puede ser que el fantasma de la perfección nos persiga como punto importante de nuestra ambición, pero con frecuencia lo alejamos para mantenernos firmes en cuanto nos rodea y concebimos como seguro. "Concebimos" no quiere significar que realmente lo sea, porque, como W. Allen nos recuerda, "al final la realidad nos arrolla y nos defrauda".
¿Nos atemoriza que nuestros sueños logrados no continúen siempre como nuestra realidad? ¿O, tal vez, no sabemos exactamente qué buscamos?

1 comentario:

  1. Se ve que has captado la esencia de la película, el conflicto entre lo perfecto y lo real, aunque sin duda la realidad no dude en defraudarnos cuando nos alejamos de lo ideal. Por cierto, ¡a ver cuando te pasas por mi piso para ver "Orgullo y prejuicio"!

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